lunes, 31 de marzo de 2008

LUnES de AGuAS {Fiesta Salmantina}





La Historia de Salamanca está llena de curiosidades, como esta celebración, que se remonta a los tiempos de Felipe II, en el siglo XVI, cuando con motivo de su enlace con Isabel de Portugal, visitó Salamanca y vio la otra cara de la Salamanca universitaria: el culmen de la bacanal, la lujuria, el ocio y la diversión sin límites ni miramiento(véase la historia de La Rana y su significado).
Él, que era un hombre muy religioso dictó unas normas según las cuales durante la cuaresma( periodo en el que no se podía comer carne) las prostitutas deberían cruzar al otro lado del río Tormes para que “el pecado carnal” no se probara durante esos días.
El Padre Lucas, más conocido como “Padre Putas” era el encargado de cruzar a las rameras al otro lado del río, el miércoles de ceniza (recordemos que el carnaval, como su propio nombre indica es la fiesta de la carne y exceso previo a las restricciones de la cuaresma); lugar dónde quedarían las susodichas recluidas para evitar el pecado.
Durante este tiempo, en el que estaba prohibido el ejercicio de la prostitución, estas se veían obligadas a vivir de la mendicidad, de ahí el popular dicho: “pides más que las putas en cuaresma”.
El lunes siguiente al Lunes de Pascua (fecha en la que se le celebra el Lunes de Aguas) el Padre Lucas, acompañado de los estudiantes iban en busca de las prostitutas en barcas para cruzar el Tormes con ellas y volver a traerlas a la ciudad.
Ese día los estudiantes organizaban una auténtica fiesta a la orilla del río: cantaba y bailaban, con vino, comida, y como no, con grandes excesos carnales por haber tenido durante cuarenta días y cuarenta noches sus instintos reprimidos.
Esta fiesta siempre acababa con los estudiantes y las putas, borrachos, bañándose en el río.Aunque evidentemente esa costumbre no ha perdurado hasta nuestros días, lo que si se ha mantenido, hasta convertirse en tradición, ha sido el hecho de salir al campo con la familia o los amigos.
Esa tarde del Lunes De Aguas, no se trabaja, y todo el mundo goza de una tarde festiva y campestre en la que se deleitan con uno de los más ricos manjares de la gastronomía salmantina: el hornazo.

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